martes, 21 de junio de 2016

Farewell



Esto se acaba.


A simple vista, puede parecer una frase muy normal, corriente y moliente. Sin embargo, yo cada vez que tengo que pensarla o decirla, se me cierra el estómago. 

Me asusta mucho, muchísimo. He podido sentir miedo por muchas otras cosas en mi vida, pero esta vez estoy asustada de verdad. Como cuando de pequeña le pedía a mi madre que dejase la luz del pasillo encendida porque no quería dormir a oscuras. Sentía miedo por lo que pudiese haber debajo de la cama o detrás de las cortinas. Recuerdo que se me cerraban los ojos pero cada 15 minutos los volvía a abrir para comprobar que la luz seguía encendida. 

Supongo que esto es como con todo, al final con el tiempo, este miedo se me habrá pasado. Pero dudo bastante que vuelva a casa siendo la misma persona. Porque, aunque a día de hoy ya no duermo con la luz encendida, tampoco me sigue gustando la oscuridad total. Sin embargo, hace tiempo que he dejado de sentir ese miedo. 

Inevitablemente, tras casi acabar este Erasmus, estoy empezando a hacer un balance de mi vida. No de la que llevé seis meses atrás, la que dejé en el aeropuerto de Málaga. Mi vida ahora. He vivido. Y qué bonita, joder. Qué de cosas he hecho, cuánto cuantísimo cuantisísimo he llorado. Madre mía y lo que me queda por llorar, al menos hasta que coja el avión. La depresión post-erasmus la dejo para otra entrada en el blog.
También he reído mucho. No he dejado de reír ni un día, de hecho. Me resulta todavía inconcebible todo lo que se puede hacer en 24 horas. Me he levantado, he cogido un tren y me he movido a la otra punta de este país mío ya, he almorzado en uno de los tantos canales de Holanda, vuelto a casa, cogido la bici y visitado otro pedazo de Nimega, me he duchado y cenado y vuelto a preparar para 6 horas más de incansables bailes y botellas de vino. Y cuando después del día llegaba a casa, no he necesitado quitarme los zapatos al entrar, porque ni siquiera me dolían los pies. Si es cierto que al día siguiente podía amanecer bastante hecha mierda, pero en un par de horas ya estaba lista para la siguiente aventura, que aunque me pareciese irreal, acababa siendo mejor que el día anterior. 



¿Cómo es posible que se vaya  a acabar esto?

He podido levantarme por la mañana y celebrar mi cumpleaños en tres países distintos y seguir celebrándolo en dos países más, durante toda una semana. Como en las bodas gitanas. He bailado y bailado y vuelto a bailar cual lagartija en bares de barrio en los que estábamos tan solo 3 amigas más y yo y toda una larga lista de reggaetón malo antiquísimo. También, con la misma intensidad (o incluso más) he bailado canciones dutch indescifrables, y esto no es fácil porque estos holandeses les ponen énfasis a todas las vocales y todas las letras del abecedario. 

Y los pre-drinking, cuando jugamos a drinking games en los cuales por supuesto todos acabamos perdiendo porque el inglés se nos termina trabando en la lengua cada cinco minutos, por lo  que volvemos a empezar… y así. Hemos convertido mesas y sillas desvencijadas en pódiums y pistas de baile, los sofás deshilachados en las mejores camas y rincones de tertulias y charlas secretas. Los largos pasillos en botellódromos abarrotados en los que echabas más de treinta minutos en cruzar de una punta a otra… Y los cuartos de baño de metro cuadrado en puntos de reunión de 5 personas en los que, pese a todo, nos organizábamos a las mil maravillas unas con otras para pasar el papel higiénico, sujetar el bolso o la copa, echar una foto o un vídeo de 15 minutos y mantener cerrada la puerta del baño.

Quizás algunos hayan tenido Erasmus mejores, más intensos, más tranquilos o simplemente distintos al mío. Sin embargo, para mí, ha sido perfecto.
En algunos momentos, agridulce. He agachado la cabeza y he sentido rabia, impotencia, tristeza, nostalgia y rabia otra vez. Pero cuando volvía a abrir los ojos, me encontraba con la mirada de todas esas personas que como yo, vinieron absolutamente solas. En ningún momento han dejado de abrazarme, incluso cuando no había motivo para hacerlo, simplemente lo inventábamos. Nos hemos apretujado los mofletes y hecho cosquillas aun cuando hablábamos de temas serios. Y eso, me ha dado la vida aquí.  Porque Nimega es preciosa, pero mi experiencia ha sido un mix entre la ciudad y los cientos de ojillos brillantes de las personas que conformaban mi entorno. Todos llegamos igual, pasamos por cosas parecidas y nos vamos a ir con el mismo pensamiento: “Esto se acaba, pero qué mierda”.

He vivido experiencias bastante fuertes, y otras que a día de hoy ya no me lo parecen tanto porque he acabado por acostumbrarme a este ritmo. Todas ellas me han cambiado. Puede que note todo esto más intensamente cuando aterrice, pero puesto que estoy haciendo ahora balance, me empiezo a dar cuenta de ello.
Y no quiero quitarme esta sensación en la vida. Sentir que cojo mi bici y voy y vengo sola, que llego a una resi o a una discoteca y ya tengo tres amigas lapas con los brazos abiertos y las sonrisas limpias, de oreja a oreja.  Estudiar en la biblioteca y parar cada diez minutos porque el día anterior merece ser comentado un par de horas más.  Y los sagrados eventos de Facebook a los que asistimos haya examen, diluvie o esté la rueda de la bici pinchada. 

Las semanas se me pasan volando, los días siempre acaban demasiado pronto y las noches nunca han podido ser más cortas. Y todo esto al final se acaba. Porque el tiempo es un hijo de puta y nos roba los mejores momentos en un segundo y los más feos nos los hace eternos. Pero es solo tiempo y al final, se acaba. Nunca pensé que pudiese exprimirlo tanto y hacer todo lo que he hecho y lo que sigo haciendo, aunque ya me queden días. Pero por mucho que quiera que esto se alargue, sé que siempre ha tenido fecha de caducidad, desde el primer momento en el que pisé suelo holandés. Quizás por eso he vivido tanto de forma tan intensa, porque siempre he tenido en mente que iba a ser efímero e irrepetible. Sin embargo, me ha hecho falta llegar aquí y vivirlo para darme cuenta de que lo que hay en España tampoco es para siempre.  He vivido pasivamente pensando que así lo era y no he podido estar más equivocada. He tenido el mismo tiempo aquí que allí y he podido hacer muchas de las cosas que estoy haciendo ahora, y no las he hecho. He malgastado horas en preocuparme por temas absolutamente absurdos y no he aprovechado del todo momentos increíbles que no van a volver a presentarse ya. 

Posiblemente vuelva a acostumbrarme de nuevo y a adaptarme a los cambios, que tampoco son perenes. Sin embargo, transpiro vida por los poros y eso es algo que lo cambia todo, porque dudo que vuelva a dejar de vivir intensamente mí tiempo. Ninguna preocupación es lo suficientemente grande como tampoco hay buenos ratos eternos. Al final de todo, cuando echamos la cabeza en la almohada y hacemos balance, solo quedan las sensaciones que hemos vivido, por lo que más nos vale que sean buenas. 

Por todo esto, jamás pienso en lo que me va a pasar mañana, simplemente porque no tengo ni idea de cómo va a acabar mi día aquí y eso es una sensación que me quiero llevar en la maleta de vuelta. 

Aunque esto se acabe, he dejado un pedacito de mí en Nimega y en todas esas vidas porque sí que es cierto que Home is where the heart is. Y yo, tengo casa ya por todo el mundo.


“We travel because we need to,

Because distance and difference are the secret tonic to creativity.

When we get home, home is still the same,

But something in our minds has changed,

And that changes everything”.

domingo, 15 de mayo de 2016

Lily


La entrada de hoy va enteramente dedicada a las bicis, en especial a la mía, Lily (Lola en castellano).

Últimamente ha estado haciendo un tiempo espectacular en Nimega y a día de hoy me sigue resultando acojonante cómo ya casi no puedo ver las casitas de colores desde mi ventana. Está plagado todo de verde, miles de hojitas nuevas y flores de colores. Y también de bichitos, y arañas, pero bueno estamos en primavera…
En estos días no es que esté usando mi bici más de lo normal, pues pedaleo diariamente cerca de dos horas que son muchos, muchos pedaleos. Sin embargo, sí que es verdad que dar paseos con la bici ahora mola bastante más. 

Para mí la bici es como una especie de “terapia” para todo. Por ejemplo, al ir a clase. Casi siempre llego justilla (nunca demasiado tarde) y al tratar de desbloquear el candado y sacar mi bici de entre la maraña de bicis, me pongo nerviosita y a veces comienzo a blasfemar. Pero cuando me monto y comienzo a pedalear, poco a poco se me pasa el cabreo. Hay días en los que sonrío porque ese día no hay viento huracanado y puedo ir más rápido. También ocurre a veces que las cuestas no se me hacen tan duras y puedo adelantar a gente de mi edad (casi siempre solo adelanto abuelitos y niños de 15 años). Y ya si hace sol y voy en cazadora o MANGA CORTA entonces hasta me sale tararear alguna cancioncilla. 

Mi bici también me ayuda cuando hace mal tiempo. Cuando estoy más nerviosa o más triste porque también echo de menos España. En muchas ocasiones, llueve para joder, llueve y hace viento que logra que pierdas el equilibrio en algunos momentos y se muevan las ruedas para el bordillo. Esas veces en las que estoy más nerviosa y triste, tomo aire y mientras pedaleo, cojo el manillar de agujeritos y cierro los puños hasta que se me queda la marca en las palmas de las manos. Y pedaleo fuerte, con cuestas, viento y lluvia. Esos días hasta las abuelitas me adelantan pero por mucho que esté sudando y pasando frío a la vez, no paro de pedalear. Al principio me dolían un poco las piernas, pero ya no me salen ni agujetas y apenas me canso. Aunque tengo la bici más destartalada del mundo entero, y hace ruidillos raros de vez en cuando, siempre está ahí esperándome a pesar de que sabe que vamos a pillar la mojá del siglo. 

Hasta ahora solo había cogido la bici con chaquetón, guantes, bufanda y gorro y la mochila plagada de cosas. Ahora también la cojo con la espalda cargada pero he llegado a salir en MANGA CORTA y pantalón remangado. Incluso con bolsito. He salido maquillada y he llegado a mi destino sin las lágrimas resequillas del frío o los ojos panda. 

Madre mía, qué pasada. Ha hecho calor, calor de tomar el sol y coger un ligero tono rosado. He visto holandeses negros-rubios y esto es algo muy extraño que a día de hoy solo le doy explicación con los rayos UVA de esteticien. Pero qué guay se está en los miles de lugares verdes que tiene esta ciudad. Hay muchos bichillos (me reitero) pero bueno, estamos en primavera. El aire es fresco pero no frío y hace sol que calienta pero no achicharra. En esos días, cogemos la bici y damos paseos y sonreímos. En algunos momentos, hasta me puedo permitir cerrar los ojos (3 milésimas de segundo) y subir la cara mirando al cielo. Hay momentos de verdadera paz. 

Esto antes no podía hacerlo muy a menudo. Porque ya voy con una sola mano casi siempre, y estoy flipada. Cojo mi móvil y envío notas de voz por WhatsApp. Ya hasta puedo escribir y no mirar al frente y estrellarme. Me estoy haciendo una experta total. Y cuando hay cuesta abajo, saco los pies de los pedales y abro las piernas, en modo trapecista (siempre cuidando los frenos). Pero lo mejor de todo no es eso, lo más mejor es que puedo llevar “paquete” detrás y mantengo el equilibrio y subo algunas cuestas sin caerme.  

En mis paseos por bici, a veces oigo el ruido de la cadena de Lily y me ofusco un poco porque es molesto. Pero la mayoría de las veces, apenas me creo que suena porque me concentro en mi respiración y en el concierto que dan los miles de pájaros de los arbolillos. Es increíble que a veces, pese a estar rodeada de edificios, si cierras los ojos, parezca que estás en pleno bosque. Mi estación favorita del año ya era la primavera pero al llegar aquí, estoy más convencida aún de que no hay época mejor. 

Con Lily voy todos los días pero también todas las noches. Hay noches en las que estrello a Lily contra objetos inanimados o contra otras bicis con personas. Pero es absolutamente involuntario y nunca me la he cargado. Esas noches no me encuentro nada segura en la bici, pero veo que los que están a mí alrededor también se sienten como yo y ya me encuentro mejor. Gracias a la bici, me da el fresquito en la cara y soy más consciente. Además, aquí en Holanda los semáforos son la leche y se ponen súper rápido en verde y a veces no hay por qué frenar. Algunas noches, tocamos el timbre y creamos canciones. Otras, tocamos el timbre sin ningún tipo de compás. Todas y cada una de esas noches, he llegado con la bici sana y salva a la cama. 

Mi bici no tiene luz delantera porque la descolgué un día de mucho nerviosismo al tratar de colgarla en el parking de bicis de la universidad. De eso hace ya un par de meses, pero nunca encuentro el momento de volver a ponerle otra nueva. La verdad es que, pese a ser algo necesario, me he fijado que el 75% de las bicis tampoco tienen luces o tienen luces chiquititas que no se ven nada. Aun así, siempre he visto bien durante las noches, porque todos los caminos tienen luz. 

En los bolsillos de mi bici he guardado mi mochila para explorar países, zapatos de tacón, comida del Albert Heijn, del Emté, del Jumbo…también he guardado apuntes y cientos de billetes de tren recién impresos en la biblioteca. Las ruedas de mi bici han pisado todas las calles de adoquines del centro, las piedrecitas y la hierba de los parques kilométricos de Nimega, las ramitas de los árboles que hay todos los días por los vientos huracanados, los parking de Talia, Hoogeveldt y Vossenveld y alguno más. Incluso, ha pisado varias veces terreno alemán. Una vez se me pinchó la rueda y tuve que estar sin usarla algunos días. Eso me hizo probar otras bicis y echar más de menos a la mía. 

Mi estancia aquí se va acabando y lo voy notando todos los días, como también lo hacen los de mi alrededor. Sé que en algún momento tendré que revender mi bici y eso me da bastante penilla. Creo que me va a hacer mucha falta cuando vuelva y voy a echar mucho de menos correr y sentir el viento en la cara (más que nada porque en verano al sur, no hay viento ni hay ná). 

Todo esto me está sirviendo para darme cuenta de lo útil y necesario que es una bici, para ir mil veces más rápido a los sitios sin gastar absolutamente nada y, para que al llegar, todas esas preocupaciones, estrés, etc. se disipen y aterrice feliz, con ganas y en calma.

lunes, 21 de marzo de 2016

¡Dos meses!

Ya estoy de vuelta otra vez. Es curioso que eso mismo de lo que yo me quejaba cuando, como loca visitaba los blogs de Erasmus, me esté pasando a mí: Paso bastante de ponerme a echar horas para profundizar y hacer repaso de estos dos meses. No me da tiempo y cuando me da, lo dedico a otra cosa, es imposible llevar esto al día cada semana. Así pues, ¡voy a pasar a hacer un pequeño resumen de mi proceso de adaptación en Nijmegen!

Sigo flipando con Radboud Universiteit, en serio. Sin embargo, las asignaturas son muchísimo más teóricas que en mi universidad de origen, por lo que algunas se me hacen pesadas, pero por lo demás todo genial. Voy a proceder finalmente a apuntarme al gimnasio del campus, quizás si lo escribo por aquí me da más fuerza de voluntad y lo apunto como nuevo propósito para el mes de abril (ya que queda ná y menos para marzo, nos esperamos).

Ya soy totalmente consciente de que vivo lejillos de la civilización. Cada vez que salimos o queremos dirigirnos a algún lugar poblado, tengo que recorrer lo más grande en km. Pero bueno, lo tengo más o menos superado ya. Me cuesta trabajo sobre todo cuando tengo que gastarme los cuartos en autobús (es carito, sí) cada vez que quiero coger un tren y viajar más de dos o tres días fuera de casa. Esto se debe a que con la maleta (aunque es pequeña) no puedo ir en bici. Ya quisiera yo, pero creedme, es imposible está comprobado. Respecto a la bici, me encanta, es muy fea y está un poco ruinosa pero estoy viviendo tantas cosas con ella, que le he cogido cariño ya. Cuando pienso en que tendré que revenderla en verano me pongo triste.

Ya que estamos  hablando de distancias...estoy viajando taaaaaaaaaaaaaanto. ¡Qué pequeño es Europa y a la vez que grande! Holanda, Bélgica y Alemania están interconectadas y es muy fácil pegar un salto de un país a otro casi a diario. He pasado estos dos meses descubriendo estos tres países un poco más. Me ha enamorado Bruselas y los canales de Ámsterdam son bonitos hasta cuando nieva. Hay cientos de kilómetros de verde en los paisajes de Holanda y Alemania está tan cerca que hemos ido ya varias veces en bici. Estos primeros meses entre la adaptación y y la larga espera de la beca Erasmus (que nunca llegaba...si me tengo que poner a hablar de este tema quemeenciendeyhacequesemellevenlosdemonios...¡no acabo!)  han sido un poco confusos en cierta forma. Sin embargo, ahora puedo decir que ya estoy acostumbrada a esto señores, no ha sido fácil pero porrr fin lo conseguimos.
He de decir que no tengo me he terminado yo de hacer el cuerpo con la lluvia y los vientos huracanados. Mira que lo intento, que salgo de la residencia con mi gorro, mis manoplas, mi bufanda y mi chubasquero (nunca se sabe, nunca). En la mochila siempre llevo mi traje de lluvia chubasquero-patético-antimorbo y una funda de plástico para el sillín de la bici (se queda la manchita de agua en el culo y tarda en secarse). Además un par de paquetes de pañuelos y una botella de agua (llego sin respiración a veces a algunos sitios). Sin embargo, cuando le da por llover a este país no cesa nunca, nunca Dios mio. No es una lluvia que te eche para atrás, si uno va andando por la acera tan normal apenas se nota. Pero claro, como aquí todo está tan retiraillo, hay que ir en bici y ahí es cuando comienza mi odisea. Si ese día me echo rimel, acabo por parecer un panda cuanto menos (no exagero, me llega el rimel a las cejas), si corre un poquito más de viento, aquí que parece que la superficie es plana (no lo es, hay cuestas) el camino en línea recta durante 25 minutos se me hace muuuuy largo y doloroso. A estos pequeños detalles le tenemos que añadir la electricidad estática y las marquitas del gorro o la cinta de lana que se te quedan como 15 minutos después de habértelo quitado, con lo cual vas bella como una camella a clase. Y para terminar y no por ello menos importante, la sequedad. El uso de cremas para las manos y cacao no me ha parecido más importante en toda mi vida, tengo las manos más secas que una piedra pómez.

Aquí no hay lugar para el sex-appeal, señores. Quiero recalcar un pequeño episodio, de los cientos que me pasan diariamente:
Todo empezó un día en el que quise ir a revelar algunas fotillos para decorar mi cuarto con mi fiel compañera-lapa LauradeBroto (con esta mujer me ha pasado de todo). Íbamos suuper felices porque hacía sol (no cielo blanco, rayos de sol). Ese día decidí ponerme las Converse por fín, las botas me estaban haciendo vejigas. No sé por qué, también vi yo que no hacia mucha falta ponerme gorro, y que puesto que hacía sol, el pantalón patetiquillo-chubasquero lo iba a dejar en la mochila (nunca en casa, jamás). Pues bien, nos disponíamos a ir hacia nuestro destino, aún sin saber dónde estaba la tienda de fotos cuando a mi me da por decir que ese no es el camino y cojo ruta yo para adelante, solita. LauradeBroto, mi fiel compañera con sus buenos cojines me decía que el camino era otro...así pues nos separamos momentáneamente (íbamos pedaleando con las bicis). De repente, como si estuvieramos interpretando un capítulo de la Biblia, cayó el diluvio universal. Cuando digo de repente es así, sin chirmichi ni aviso previo. El diluvo son granizos a mala hostia, que pueden dejarte ciego fácilmente. Jamás había llovido así. No encontraba a LauradeBroto, la perdí. Trataba de sacar mi móvil y no encontraba asilo para poder resguardarme por lo que el móvil mojado no escribía ni me dejaba llamar. No me podía poner los pantalones patetiquillos-chubasquero porque no me entran muy fácilmente los zapatos y necesito ayuda (es patético, de ahí el nombre entre otras cosas también). Hubo un momento en el que no sabía si estaba llorando o era la propia lluvia pero en ese momento me salió una cana. Al momento, como un canto de ángel, oí a mi fiel compañera, que cómodamente con su pantalón sexy chubasquero estaba resguardada en un porche que yo (soy miope) no había visto ni aunque quisiera. Cuando finalmente llego a su encuentro y me pongo mi bolsa de basura...cesa la lluvia. No llovió en todo el camino de vuelta. Fatalidades de la vida, no le veo ninguna moraleja a esto, pero bueno, ahora me río.

Llevamos dos semanas sin atisbo de lluvia, el cielo blanco como siempre y los vientos selváticos pero bueno, al menos no llueve. Podría contar otro episodio divertido en el que el único día que nevaba y hacía un poquito de viento, nos dió a LauradeBroto y a mí por salir a pasear, pero no acabaríamos nunca. Con la bici hemos tenido episodios divertidos también: caídas después pre y post fiesta, desinflamiento de rueda en mitad de un camino perdido de la mano de dios totalmente de noche, entre Alemania y Holanda, pérdida momentánea de la bici (hay cientos y mi bici es gris, se camufla), etc. Pero sobre todo, la mayoría de los episodios nos han pasado andando. El último fue ir caminando desde la frontera con Bélgica y Holanda un día en que creíamos que el bus llegaba a Holanda y nos dejó 8 km antes. En fin, historias para no acabar.

Nunca pensé que fuera a echar de menos el buen tiempo ni las etiquetas en español de los productos en el supermercado (el holandés es chino, antes echaba tres horas con el traductor). Pero, finalmente, a todo se acostumbra uno y hasta le estoy cogiendo el gusto al vinito de dos euros y a la ausencia de hielos en cualquier bebida.
Esto también tiene sus cosas bonitas que echaré de menos, como por ejemplo la organización y la rápidez burocrática en asuntos académicos (lo que aquí hacen en un día, en mi universidad han echado tres semanas en devolverme un papel con tres firmas). También adoro las grandes ventanas que hacen que entre una luz y un sol (cuando sale) que llega a todos los rincones de mi habitación. Me gusta mucho también la sensación en la bici, me siento deportista, en paz y realizada. Es una experiencia agradable (hay veces que no, que se suda lo más grande).
Pero lo que más me encanta de todo, es el GROUP TICKET. Sí, es una de las maravillas y avances holandeses más guays del mundo. Se trata de un sistema mediante el cual puedes viajar en el mismo día, por 7 euros i/v a de un origen a un destino de Holanda. Esto equivale a 3,5€ en trayectos que pueden durar más de 2h. Una autentica pasada, me encanta. Lo único que hay que hacer es buscar una página en Facebook sobre el lugar de origen o destino al que quieres ir (yo tengo un grupo de los que vivimos en Nijmegen) y publicar el día en que quieras viajar. Casi en cuestión de horas, mucha gente responde a tu aviso e, incluso se crea un grupo entre 10 personas. Cuando se llega a ese número, alguien con una cuenta dutch hace el pago de los billetes y los demás le hacen una transferencia de 7 € por billete a esa persona. El truco de todo esto está en que un billete ordinario cuesta bastante (como costaría en España con descuento de carnet de estudiante) y si se hacen grupos de 10 personas sale tirado de precio. Así es como estamos conociendo Holanda, viajando cada fin de semana por ná y menos.

Estoy mejorando mis habilidades culinarias y financieras a pasos agigantados. Es muy necesario hacerse una tabla de Excel con los gastos e ingresos (que son menos), porque aquí si te descuidas, te puedes descontrolar bastante. Especialmente, los primeros meses, en los que tienes que amueblar una habitación y comprarte cosas tan básicas aquí como una bici. Pero ahora, todo va genial, ha pasado el lío del principio.

Y para terminar, decir que sigo conociendo mucha gente (menos que en la semana de orientación, aquello fue brutal) y que estoy haciendo buenas amistades con gente que no habla mi mismo idioma y que sé que cuando me vaya echaré de menos, me aportan cosas muy especiales y hacen que el inglés diario sea un poco más divertido y menos difícil a veces. Es inevitable juntarte con españoles cuando se da la ocasión, especialmente en mi caso en el que estoy con LauradeBroto día y noche, pero la mayoría de la veces,  se conoce mucha gente internacional que te obliga a hablar inglés.
Y eso es todo por el momento, no podría detallar y enumerar una a una las batallitas y experiencias de estos dos meses (me han pasado más cosas en este tiempo que en años en España), pero han sido muchas y la mayoría divertidas.

Espero mantener esto actualizado más asiduamente, lo voy a intentar. Tot ziens!
(PD: dejo fotos de algunos de los momentos para recordar)


 Momento Titanic en el Parlamento Europeo, Bruselas




 El río que tengo al lado de casa


 Antigua y romántica Brujas


 La Haya y su historia



Ámsterdam, las bicis y los canales

jueves, 28 de enero de 2016

Nijmegen

Todavía recuerdo cuando decidí que quería irme de Erasmus. Siempre había querido probar a pasar una temporada fuera de mi "zona de confort" y tratar de buscarme las habichuelas yo sola, pero lo veía algo muuuy lejano. Fue justo al empezar mi tercer año en Publicidad y RRPP cuando me di cuenta de que realmente necesitaba vivir una experiencia radical, algo que me descolocara las horas de sueño, los estereotipos y prejuicios, las horas de las comidas...algo que me pusiera la vida boca abajo y me convirtiese en alguien más fuerte, más valiente, más madura.

Fue entonces cuando me paré a pensar en qué lugar sería el más acertado para poder pasar los próximos últimos meses de mi año académico.Quería cerrar mi etapa universitaria (por el momento) a lo grande. Barajé la posibilidad de irme a un sitio pintoresco y cálido, parecido a mi hogar, como es Italia. Luego me di cuenta de que, aunque podía ser un cambio importante, seguiría sin ser "radical". Así pues me decanté por Holanda, los Países Bajos. ¿Por qué? Pues porque no me llamaba absolutamente nada la atención. Sabía que si no fuese por el Erasmus, no me hubiese decantado a ir, al menos, por el momento. Nijemegen fue la elegida aunque era mi segunda opción, la primera fue Groningen. Sin embargo, no me arrepiento ahora de haberme venido aquí, es una ciudad increible.

Me lo tomé todo con mucha calma (casi siempre). Me hice a la idea de que iba a irme, sin cuestionarme si iba a pasar o no los tres exámenes de inglés, si iba a tener quebraderos de cabeza con los papeles de la Universidad, etc. Simplemente lo decidí y dejé que las cosas surgiesen como tenían que surgir, de forma natural, sin forzar absolutamente nada. Conforme pasaba mi año, iba recibiendo buenas noticias y viendo que el cambio que realmente creía que necesitaba estaba al llegar.
Los días pasaban y el Erasmus estaba a la vuelta de la esquina. Lo predispuse todo para poder irme (casi) sin ninguna preocupación a mi nuevo hogar. Curiosamente no estaba nerviosa (apenas), me decidí a pensar en el día a día, a observar detalles que antes pasaba por alto, a saborear más las comidas, a dejar que el sol me diese en la cara. En definitiva, a disfrutar del momento, de lo que tenía que sabía que allí podría echar de menos. Y. aunque las despedidas siempre son tristes y no a todo el mundo se nos dan bien, me limité a concienzarme de que ese era el camino y lo tenía que probar.

Así fue como tomé un avión a Weeze (Alemania), de madrugada. El mismo día y el mismo momento en el que se produjo un terremoto en Málaga, yo esperaba en el mostrador de facturación. Yo, que soy de cagarme con mucha facilidad, cogí mi maleta y me subí a un avión en el que la mayoría de los pasajeros eran rubitos, de piel rosada y vocabulario indescifrable.

No voy a negar que mi primer día fue un autentico caos. Lo llevaba todo organizado desde casa, iba a participar en la Semana de Orientación de la universidad que tan bien estaba programada y planificada para hacer más fácil la llegada a los estudiantes internacionales. Estos holandeses son extremadamente organizados y ordenados con todo, TODO.
Sin embargo, los primeros días siempre son difíciles para todo el mundo en todas partes, así que mi llegada aquí no iba a ser menos. Cuando me bajé en el diminuto aeropuerto de Weeze, tomé una lanzadera que me llevó directamente a Nijmegen. Ibamos tres personas en el "autobús": el conductor, un chaval italiano y yo. El conductor no entendía apenas el inglés y yo menos el holandés-alemán-o lo que fuera eso. Así que podéis imaginaros lo gracioso que fue el trayecto.
Cuando llegué a la estación de Nijmegen ya nos estaban esperando los mentors de la Semana de Orientación para llevarnos a la Oficina Internacional y firmar los papeles de la residencia, recoger llaves, darnos nuestra tarjeta holandesa, sudadera, etc. Una vez allí, nos dedicamos a esperar la interminable cola durante más de dos horas. (Aquí tengo que recalcar que llevaba sin comer absolutamente nada desde la madrugada, cuando tomé el avión). Después nos llevaron a "Mordor", que es donde está mi residencia, en el quinto pino, (Vossenveld), en una lanzadera. 
¿Mi primera impresión de la residencia? un poquito desastre. Todo está un poco dejaillo pero por fuera se ve bien. Es un edificio de 7 plantas con ventanas enormes sin persianas y habitaciones grandes. La habitación estaba bien, no demasiado limpia pero tiene de todo, incluso ducha y lavabo.
Ese mismo día nada más llegar, sin haber cenado ni nada, me dediqué a conectar mi ordenador al Internet de la residencia. NO HAY WIFI, va por cable todo. asi que le dediqué rato. Después eché también mi tiempo tratando de conseguir que la tarjeta holandesa que me habian dado para el telefono funcionase...hay que seguir una serie de pasos para conectar Internet...
Después de eso, tuve que pegarme la carrera de mi vida para coger el autobus que está a 10 minutos andando de la residencia (porque vivo en Mordor y aquí no llegan los autobuses). Finalmente, esa noche hicimos "International bbq" y se me pasó un poco el mal rato.

Durante todos estos días estamos haciendo miles de actividades, juegos, visitando lugares, probando cosas nuevas, escuchando en los pubs mucho regaeton y musica pasailla española, etc. Estoy empapandome de sensaciones y escuchando y observando a cada paso que doy.

¡Tengo bici! La compramos el otro día en una tienda de bicis de segunda mano y me sentí como cuando me enseñaron a coger la bici por primera vez en mi vida, tuve varios intentos de caida y estuve a punto de estamparme contra un árbol en un momento dado, pero por todo lo demás, guay. Aquí las bicis son algo absolutamente indispensable, tooooooooooooodo el mundo tiene una y no tienen por qué ser bonitas o super modernas, cualquier cosa que tenga ruedas y funcione es válido. He visto niños pequeños, abuelitas, papás con los niños colocados en la parte delantera de la bici, estudiantes volviendo de fiesta, etc. Es algo básico y muy respetado aquí. Todavía estoy en proceso de adaptación porque solo llevo aquí tres días pero lo de la bici me va a gustar (creo).

Comidas...no conozco ningún chef de prestigio holandés aun, pero hasta lo que he visto ahora, no hay maravillas culinarias. Tienen sus pannekoeken (tortitas o crepes de toda la vida de Dios), los stroopwafels ( como galletitas gigantes con caramelo por dentro, me pirran),kroketten ( como croquetas alargadas untadas en mostaza ), los kip saté (pinchitos de pollo con salsa de cacahuete, está bueno aunque suene extraño), luego están los haring (es pescado crudo Dios mio, no sé si lo probaré), etc. Todavía tengo que probar y descubrir muchas más comidas, pero por ahora está todo bueno.
Como tiendas y lugares interesantes hay muchos pubs en los que se hacen fiestas para los estudiantes internacionales, hay Mcdonalds, Cex, Lidl, Aldi...y ¡¡ZARA, H&M, MANGO, PRIMARK!!... se puede encontrar de todo, a un precio una mijilla más caro que en España, pero bueno si lo haces bien, te mantienes. El Primark es algo básico aquí, se encuentra de todo para la habitación y es más o menos barato (no tanto como en España). Tengo que descubrir también el Hema, cuando tenga algo de tiempo.
Y por último, LA UNIVERSIDAD. Es una autentica pasada, no os podéis imaginar lo grandisimo que es el campus y lo perfectamente organizado que está todo. Hay sofás, portátiles y sillas blanditas en tooodas partes. Todo es ultra-mega-hiper moderno y todos los edificios están preparados para que no pases ni una pizca de frío, incluso algunos están interconectados entre ellos para que pases de uno a otro sin salir a la calle. Hoy he ido a la biblioteca y hay hasta sillón que da masajes (INCREIBLE). La cafetería tiene buffet libre y es gigantesca, de dos plantas. Y el gimnasio también es de dos plantas con cafetería. Aquí se aprende hasta "pole dancing", montar a caballo, mountain bike (en los Paises Bajos, lo sé, surrealista)... Estoy enamorada del campus, la verdad.

Esta siendo una semana muuuy estresante, pero muy divertido todo, se aprende mucho y se conocen todos los días cientos de personas. De momento, me estoy adaptando, aunque no soporto las mojadas por la noche con la bici por culpa de la lluvia o el "chirimichi" que no acaba nunca. Me cala hasta los huesos y vuelvo hecha una sopa, voy a apañarme uno de esos trajes patéticos de pantalón y abrigo impermeables.

                                                  Cola infernal de la Internatonal Office

                                                                Comida "española"


Una parte de la biblioteca 




Por ahora eso es todo, ¡aún me queda mucha Holanda por ver!